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La experiencia en la palabras

Pero un acontecimiento,¿no es tanto más significativo y privilegiado cuantas más“casualidades” sean necesarias para producirlo? 

Milan Kundera


Somos seres hablantes y hablados. Antes de nacer ya nos hablan nuestros padres y nos ponen un nombre que eligen por y para nosotros. Somos ese nombre, las palabras que nos habitan y los decires de los otros. Somos un cúmulo de palabras que aprendemos y que compramos, que conforman nuestro imaginario, muchas veces sin darnos cuenta. Las palabras que usamos, con las que nos definimos y nos decimos, denotan lo que somos y la construcción que vamos realizando de nosotros mismos, o que permitimos que otros cimenten a nuestro alrededor. Las palabras nos muestran y se imponen, a veces nos preceden con eso que los otros dicen.


Las palabras son experiencias vivas, cambiantes, únicas en cada momento, son vertientes por las que nos deslizamos, son trampolines de nuestra existencia.


Antoni Gaudí, Sagrada Familia de Barcelona


Si confundo el ser con el estar entro en un mundo de disociación de mí mismo. Una cosa es creerme que soy celoso y otra es pasar por una situación que me pone celoso. Una cosa es el ser algo o creerme que soy algo y determinarlo y otra cosa es ser consciente de mis estados y cambiarlos en la medida en que puedo aceptarlos. NO puedo comprarme mis verdades como absolutas y sellar a fuego mi personalidad y mis situaciones y experiencias de vida cuando se trata de estados. No puedo encasillarme en mis estados. No puedo paralizarme en mis estados. Todos son "convertibles".


Cuando digo blanco, no puedo decir negro. Si digo quiero, no puedo decir no quiero en ese mismo lugar. Las palabras son elecciones muy costosas… Y cuando les damos rienda suelta, cobran vida propia y se dicen a sí mismas.


Entonces, vivir en la experiencia constante de las palabras es tener consciencia permanente de mí mismo, de lo que me rodea, de lo que los otros dicen y ven de mí que quizá yo no veo, y es volver a percibirme, encontrarme, buscar mi manera de decirme a mí mismo, de aceptarme, de hacer centro y volver a mi eje a cada momento. Es preguntarme cómo estoy, qué reacciones tengo, cómo estoy actuando respecto de los que me rodean o de una persona en particular, del mundo cercano y del que está más lejos.


Empezar a distinguir el ser y sus estados, la calidad de una palabra u otra, la oportunidad única de elegir las palabras que me conforman, las que me sostienen, las que pienso pero no son, las que son pero me cuesta pensar, nos permitirá encontrar las exactitudes que merezco para darme esa oportunidad nueva a cada instante.


Como ejemplo, no es lo mismo tener miedo que temer. No es lo mismo creerme un miedoso o miedosa, que sentir temor de hacer algo mal o meter la pata. Porque temer está asociado a la prudencia, al cuidado, al respeto, al querer que otros ojos sientan que los estoy cuidando y que quiero ser agradable a ellos. Temer es aceptar los desafíos con la prudencia que estos exigen.


Tener miedo está asociado a mis inseguridades más profundas de las que no puedo salir y no me permiten cambiar, es paralizarme ante lo conocido o lo que no conozco. Tener miedo es no poder enfrentar el desafío porque me angustio o no acepto el cambio. Tener miedo es no darme cuenta que soy vulnerable y no aceptar ese límite.


Darme al espacio de mi vulnerabilidad, mi debilidad y mis inconsistencias puede hacerme temeroso, lo que me permitirá reavivar mi prudencia, ser cuidadoso y respetuoso conmigo y con los demás.


En este tiempo, poder parar a escucharme, reconocerme y aceptarme, será el comienzo de hacer resonar nuevas palabras dentro mío. Porque cuando nos preguntan cómo estás, tenemos que poder responder con certeza, veracidad y transparencia. Por lo menos, ante nosotros mismos.


Experimentarnos en la conciencia viva de las palabras, nos permite definir mejor nuestro mundo interno y abordar el afuera en la conciencia de que al otro, le pasan las mismas cosas que a mí, pero lo definen otras palabras. En el encuentro entre el significado único que represento, con el significado único del otro, permitimos que las palabras hablen, sabiendo que somos sus dueños.


Julio 2015

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