Te escribo una de estas cosas que se realizan como certeza en uno, para que sepamos los unos con los otros que es bueno seguir remando en la consciencia de lo que nos sostiene.
En la vida hay diversidad de encuentros y vínculos. Los físicos sin alma son superficiales y vacíos, ya lo sabemos de sobra. Los almáticos (mente racional, emociones y sentimientos) son “lindos" pero no llegan al fondo. Los únicos encuentros totales se dan en el espíritu. Allí donde cuerpo, alma y espíritu se hacen uno para transitar la inmensidad de la novedad permanente.
Y ahí es donde me paro hoy para dejarme llevar hasta las personas de manera tal que la que fui en mi pasado, la que soy hoy y la del futuro sean una sola es su propio tiempo. Esta es la certeza de la grandeza humana que sólo puede asentarse en su divinidad más allá de ella misma y sus propósitos.
Me hace muy feliz saber que Dios quiso compartir mi tiempo en esta tierra con el tuyo. Y me hace feliz reconocer ese hilo de permanencias y certezas comunes unidas en un mismo espíritu.
Por eso, sos mucho más que mi amigo o mi hermana. Toda tu vida es mucho más que los recuerdos, que las alegrías y las tristezas, que los encuentros y desencuentros, que las fortalezas y debilidades, que el tiempo en presencia y las distancias. Sos una gota de agua en el océano infinito del espíritu de Dios, que se sumó en el mismo tiempo a esta otra gota y se unieron para ser amadoras permanentes de la inmensidad, a la eternidad.
Así como sé que vos podrías manifestar esto mismo a otros, vos sabés que yo también y aunque en este océano sean pocas las gotas de agua con las que nos fundimos, serán multiplicadoras de este efecto interminablemente.
Reconocerlas es el trabajo que nos toca y, a veces, perdemos el horizonte del agua y nos bañamos en desiertos de arena.
Hoy que te reconozco a vos, mi espíritu se renueva y danza en el agua viva y eterna.
LC
2008
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