“Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo». Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.” Mc 8, 11-13
Nosotros, muchas veces incrédulos y milagreros, ¿qué tan alerta estamos a los signos de Dios? ¿Cuáles son las cosas que necesitamos y pedimos como signos? ¿Qué tan dispuestos estamos a ver, aceptar y abordar los signos de los tiempos?
Un signo no es un símbolo. Un signo es aquello que cobra sentido en la vida de las personas y le hace ver, sentir, comprender y trascender situaciones. Porque en el signo emerge –consciente o inconscientemente– la Verdad. Un signo no es algo en lugar de otra cosa, como es el símbolo. Un signo se alza entre nosotros cuando su manifestación produce un efecto inesperado y en su hallazgo encontramos aquello que nuestro ser anhela, a veces sin saberlo. Un signo es materia eficaz que instala algo nuevo y verdadero. Un signo es algo vivo que permanece.
Jesús es el signo de Dios. Toda su vida lo es. Cada hecho y cada palabra se hicieron signo para siempre. Jesús es el hallazgo supremo del hombre, que en la búsqueda de su constitución más plena, encuentra la imagen y semejanza a Dios, aunque mas no sea por instantes. A golpes de amor misericordioso. Jesús es el signo de la Gracia derramada en latidos para todos los latidos. Y la Eucaristía el signo vivo de la Gloria y la Eternidad.
La vida de los santos y las santas también se hacen signo cuando nos permitimos acercarnos a ellos, conocerlos, amarlos, tocarlos como modelos posibles. Y también la vida de algunas personas que nos rodean es signo en nuestra vida.
Creo que hay un gran signo que se está levantando en este tiempo, aún cuando algunos lo discutan. Creo firmemente que, más allá de tantos dimes y diretes, de tantas manifestaciones a favor o en contra, el Papa Francisco es un signo de este tiempo. Es para quien quiera ver y oír. Francisco, de lo simbólico hace signo. Y eso no es algo fácil de hacer, por más ocurrente que alguien sea.
La producción de sentido no es algo a lo que estemos acostumbrados en este tiempo, donde la información corre por tantos canales y sólo es eso. Información, datos duros, decires al paso, opiniones en la inmediatez, pareceres, interpretaciones personales, ideológicas y caprichosas, desinformaciones y deformaciones, discursos vacíos, atrofiados, gastados.
Francisco hace signo con la manera de mirar a las personas. El papamóvil pasa rápido, pero él va buscando ansioso la mirada de las personas, queriendo mirar uno a uno a los ojos. Por un instante, te encontrás con sus ojos, ávidos de ver, alegres por estar viendo. La mirada de Francisco es una caricia y son muchos los que lo atestiguan.
Cada momento, cada palabra, cada instante tiene un rostro claro, que habla por sí mismo, que no oculta nada, que dice y expresa lo que siente o piensa. Me imagino que debe ser muy difícil para él ser “diplomático”. Es transparente. Hacer signo de la trasparencia tampoco es tarea fácil para nadie. Porque normalmente, estamos condenados a ser formales, cuidados, medidos, solemnes y acartonados. Ser transparente, veraz y asertivo abre la posibilidad de que muchos no te quieran. Y ahí está nuestra renuncia como profetas de la Verdad en este tiempo.
Además de ver y aceptar lo que hoy hace signo en nuestras realidades, ¿estamos dispuestos a ser signo? Es todo un trabajo. Una ascesis. Es nuestra voluntad enteramente puesta al servicio del otro. Es dejar de lado las ideas propias, para vivir las bienaventuranzas, como dice el Papa Francisco. Es dejar que Jesús se haga signo definitivo en nuestra vida.
Porque podemos ser signo para alguien cuando por encima de toda opinión anticipada, salimos al encuentro desnudos de nosotros mismos. Para que el encuentro con el otro sea un tiempo de fiesta.
Octubre 2018
Comments