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Carta a Martina


Hola Martina! Paz y Bien para vos. La distancia que tomaste en este tiempo y conociendo los profundos motivos por los que decidiste este alejamiento, me impulsan a escribirte esta carta desde lo más limpio y visible de mi propia experiencia.


Sé que tus desafíos son muchos y que para vos, que siempre fuiste la chica diez de la familia, el haber quedado embarazada en medio de tu exitosa carrera universitaria, más que una alegría ha sido un golpe. Sé que estás enojada con Dios por tanta carga repentina. Sé que te cuidabas para que no sucediera y pese a todo, hoy tenés para mí, la carga más valiosa de toda la vida, que es llevar a tu hijo en el vientre.


Sé que te enseñaron que tenías que llegar virgen al matrimonio y que eras una pecadora si consumabas una entrega carnal antes de casarte. Sé de los mandatos y las creencias y de lo que te impusieron en el colegio de monjas al que fuiste en tu primaria y secundaria. Sé que te mostraron la virginidad de María desde siempre y para siempre. Que el modelo de la obediencia, perfección y la pureza en estos términos te gustaba y lo paladeabas en el primario y que empezaste a sentirte incómoda con tanta obligación ante las primeras manifestaciones de tu cuerpo adolescente en primavera. Sé que, durante un tiempo, pudiste mantener tu secreto guardado, hasta que por fin, un día, te enamoraste de un chico tan bueno como vos… Y juntos empezaron una relación que parecía diferente, casta y en continencia. Sé que pasado el tiempo, llegó el desborde del amor a los sentidos, los abrazos se fueron transformando y el deseo lo invadió todo, imponiéndose en la necesidad de ese desahogo, que pareciera traer si se consuma.


Y quiero que sepas que sé lo que significó descubrirte embarazada. Se te vino el mundo abajo, porque la desaprobación general vino a coronarlo. Sentiste que todo estaba en contra, que propios y extraños te juzgaban, que se te arruinaba la vida, la carrera, la profesión con la que soñaste, la posibilidad de hacer todo bien. Y entonces, te fuiste de la comunidad a la que asistías y luego dejaste de ir a Misa en otras parroquias y luego te alejaste de Dios y renegaste de ese modelo mariano que te habían dado, y hasta empezaste a frecuentar a otras amigas mas “liberales” en su forma de pensar. Y hoy, seguramente estás triste y cada día peor, aunque trates de disimularlo creyendo que los otros, todos, están equivocados.

¿Y sabés por qué lo sé? Porque a mí me pasó lo mismo. Porque me vendieron esa extrema pureza centrada en algo que hoy el mundo no entiende. Pero tampoco lo saben muchos de los hermanos y hermanas de la Iglesia que tiene a María sólo en ese lugar. Por eso, quiero contarte algunas cosas que quizá no sepas, porque el relato sobre nuestra bella Mamá María quedó fuera de nuestros contextos actuales y casi ningún joven puede vivenciarla como un modelo vivo y presente entre nosotros. Y también que puedas reflexionar del valor María en tu propia vida, más allá de las consideraciones que otros hagan de tu embarazo fuera de tiempo… para ellos, pero no para Dios!!!


Por eso, es bueno que sepas que el dogma por el cual María fue llamada la Siempre Virgen, se apoya en diferentes momentos de la Iglesia y, por supuesto, siempre en los relatos evangélicos. Y los dogmas, deben ser profundizados en su representación del horizonte cultural al que se proponen en cada tiempo, pero sin perder su esencia, porque son manifestaciones del Espíritu Santo, confirmadas a la Iglesia.


Te cuento un poco… Tanto el evangelio de Mateo (Mt 1,18) como el de Lucas (Lc 1,35) nos hablan que Jesús nació del vientre de una virgen. Desde los primeros Concilios –Constantinopla (año 381), Calcedonia (año 451)- se viene hablando de la virginidad de María antes del parto. Luego, en el II Concilio de Constantinopla (año 553), se introduce la referencia explícita de María siempre virgen. Y en el año 649, un Sínodo de Obispos realizado en Roma, ya define la virginidad perpetua de María y lo que significa siempre virgen. Esto es: antes, en el parto y después del parto (en Mt 1,25). Suena raro, no? Actualmente hay controversias al respecto.


Pero te propongo que te dejes invadir del amor de María por su vientre lleno de gracia. ¿Pensaste alguna vez que la inmensidad de María no consiste en ser virgen? Su grandeza es entregarse a la Voluntad divina, que se hace obra plena en su Sí desmesurado, porque confía en Dios. Entonces, María representa un modelo de libertad total, personal, abierta a la posibilidad del amor y a la entrega carnal de los desposados, con autonomía, y que no define su SÍ a Dios pensando en el “qué dirán”, sino que deja obrar a Dios, porque justamente, está abierta a SU novedad. Y con esa libertad va a vivir las consecuencias de ese SÍ. Martina, ¿vas pudiendo valorar tu vida a la luz de esta otra María?


La virginidad de María no es un valor en sí mismo y el valor de la virginidad ha ido variando en el tiempo y en los diversos contextos socio culturales. (1 cor 7, 25 Acerca de la virginidad, no tengo ningún precepto del Señor.) Y quizá es bueno ver que virginidad y sexualidad no se contraponen, porque en todo caso, la elección por la virginidad es una manera de vivir la sexualidad. La virginidad no está perdida por un acto carnal, sino que “se pierde” cuando perdemos a Dios en nuestro corazón y nuestro cuerpo pasa a ser el timonel de nuestros deseos. La virginidad antes, durante y después del parto de María, es poder ver que en ella nada estuvo contaminado nunca. Es poder ver a esa jovencita inexperta como la que rasgó el velo con su “Hágase en mí según tu palabra” para que toda la humanidad pudiera estar más cerca de Dios.


Lo rasgó dando a Luz a Jesús y, en ese momento, Dios recibiendo a su Hijo Amado, con sus manos de obstetra mayor, hizo traspasar esa puerta sin que se produjera ninguna herida y, por gracia eterna de Dios, fue virgen después del parto porque siempre, ante cualquier ocasión, fue inmaculada en pensamiento (guardaba las palabras de Jesús en su corazón), virgen en obediencia a la Voluntad de Dios (su hijo murió crucificado ante sus ojos) y virgen en desesperanza, porque siempre esperó los designios y las promesas de Dios, como en pentecostés, junto a los apóstoles. Ella fue la que miró a su pueblo y supo que su virginidad eterna era el don de pertenencia a los desposeídos que clamaban por un mesías que lo salvara. Qué lindo poder ver el don de María Siempre Virgen como un regalo ofrecido a toda la humanidad resquebrajada en espíritu, alma y cuerpo, no?


¿Podrás mirarte con María de la mano, y en la plenitud de tu libertad en Dios, decirle SÍ, virginal y apasionadamente, a un Dios que te espera con los brazos abiertos? ¿Podrás mirar con los ojos del corazón la maravilla de la vida que Dios puso en tu vientre y comenzar a disfrutarla virginalmente? ¿Podrás pensar que un día vas a ser una madre feliz que mirando a María vas a enseñar a tu hijo que hoy aprendiste que en ella seguimos teniendo el modelo pero no a gusto de unos pocos, sino para que lo abracen todos?


Te invito a reencontrarte con nuestra Mamá, la que siempre va a entender tus sufrimientos, porque a ella, le pasó lo mismo que a vos… Cuando quieras, nos vemos.


Te abrazo en el Corazón de María,


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